Escritora
... sueño al amanecer, despierto cuando anochece, es la aurora testigo de los quehaceres de mi alma... luego llega el día y con él la luz de la experiencia...

No Violencia
Siglos, hace ya,
de un día... un día en que los ojos de los hombres vieron, el corazón sintió y
el alma se conmovió ante aquello que vieron, que sintieron, que les hizo
conmoverse.
“No tenía nombre
Aquello”, no existía aún palabra para designarlo.
Y ante la negación
de muchos hombres y mujeres que se reunieron para que “Aquello” no fuese
lícito, para que “Aquello” no recibiese un nombre, aún, ante la fuerte unión de
los que vieron conmovidos y sintieron que debían acabar con su existencia... Aun
así, hubo hombres que cegados crearon la palabra, la palabra “Violencia”.
Hoy, hace siglos
del día de “Aquello”...
Hoy, siguen
existiendo ojos que ven y ojos cegados.
Hoy, tenemos
palabras para designar todo y nada.
Palabras que
hierven como garbanzos en el puchero de la vida, que dan de comer solo a unos
pocos, no a la humanidad entera. Palabras que se mezclan unas con otras,
palabras que duelen, que matan, palabras que liberan, que trascienden, palabras
que amargan, palabras que endulzan...palabras.
Quisiera borrar
palabras. Con un borrador de nata.
Borrar todas las
palabras que no sean bellas de todos los idiomas.
Creer que con ello
se consiguen borrar los hechos que apuntan las palabras.
Borrar Violencia
con un borrador de nata.
Quitarle de un
plumazo la e y la n… “violcia”…desnudarla.
Luego la c y la
i... convertirla en Viola y dejarla así, que suene, que retumben en el mundo
las notas musicales que encierra el instrumento y se eleven pacíficas al
universo.
Borrar violencia
del diccionario.
Conseguir que sea
una palabra muerta sobre la faz de la tierra.
Borrarla. Con un
borrador de nata.
Y como a las
estatuas del pasado, mostrarla en el “museo del recuerdo” tras un cristal
acorazado.
Que los hombres y
mujeres venideros visiten el mausoleo de la bien encerrada violencia.
Y sonrían felices
al descubrir que el tiempo ha pasado por ella y que el tiempo la venció.
Recordar la
alegría de su desaparición. Celebrar la fiesta diaria de su derrota.
No permitir que
nadie vuelva a nombrarla a escribirla.
Porque ya no
existe, ya no Está, ya no Es, ya no significa, no hay concepto que la contenga.
Ella, sola tras
las paredes del museo de las palabras obsoletas.
Ella, pensando en
cuanto tiempo duro su cruel reinado.
Ella, llorándose a
sí misma sin consuelo.
Renombrándose,
reconvirtiéndose, buscándose en el verbo para transcenderse.
Pobre palabra muerta,
muerta y sin nadie que la recuerde.
Pobre palabra
olvidada.
Pobre palabra.
Que no se permitan
palabras feas en boca de los hombres.
Que se detengan lo
hechos que dan vida a estas palabras.
Que no se les dé
lugar en los sillones de las academias a las palabras que siembran el mal entre
los hombres.
Que el pensamiento
empiece a dejar de tener en su haber todas las palabras que encienden la
desdicha en el mundo.
Que no se le dé
nombre a lo innombrable, a “Aquello” que no merece existencia alguna.
Borrarla... Con un
borrador de nata...
18 de marzo de
2008
Para mi Amiga Elsa
y el Partido Humanista
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