El alma errante de Valeria

No sé si estoy muerta.

Veo de reojo un huerto devastado y cientos de estorninos alrededor de mi cuerpo moviendo los picos, exhalando un canto mudo.


No puedo moverme.

Un cielo gris perla diáfano, un sol de invierno tímido sobre mí.

Oigo unos pasos lentos, tristes que se acercan.

No veo la luz de la que hablan los resucitados.

Siento un dolor intenso en los hombros, en el pecho.

Quiero respirar. Abro la boca. Se me hiela la lengua.

Mi peso es extremo, siento la presión de la tierra, una tierra que no me permite hundirme.

Los pasos cesan. Tengo miedo. Me ahogo.

Un rayo de sol rompe el gris, deshiela mi garganta…

¡GRITO!

¡Grito Piedad, Grito Clemencia!

¡Grito por la muerte injusta!

¡Por el egoísmo de los ciegos!

¡Por los que inclinan la cabeza!

¡Por los desheredados!

¡Por los que olvidan que un día morirán!

                “No estás muerta”

Es Guillermo. Mi hermano ahogado

Dulce es su voz, como la mermelada de cerezas

Ahuyenta a los estorninos que se elevan en espiral y desaparecen

               “Levántate y anda Valeria”

Mis dedos tiemblan, se hunden en la tierra mojada, agarran raíces

Como un recién nacido mis piernas se encogen, cruje mi columna

Cierro los ojos…

¡Malditos los taladores de sueños!

Los cobardes con consciencia

Los presos de sus prejuicios

Los que esperan el perdón de la carne

Los orgullosos

No hay templos ni lugares santos que visitar hermano – le digo – ni conventos que custodien mi silencio.

Mi voz se alza en cada muro de esta casa, casa que alguna vez fue mía

En cada mota de polvo que liberé de colchones podridos de dolor

Mi perfume de ajos ahuyenta a los vampiros que me destronaron

Hoy mi humildad se dignifica

Hoy me levanto y ando

                  “Valeria, Valeria” – el cielo canta mi nombre

Llueven flores de los guindos por doquier

Me elevo, vuelo entre ellas

                  "¡Qué felicidad! ¡Qué maravilla!"

Y me hago cargo de mi vida, libre

Libre del yugo de las falsedades

de la moral del pobre

del trabajo sin mérito

de las manos que señalaban en mi cuerpo sus propios errores

Siento la calidez del viento mientras asciendo

Una última mirada a la tierra sembrada de flores

Mi hermano sonríe, pequeño, cada vez más chiquitito, me habla

“Yo sí te vi Valeria. Sufriendo el dolor de tu madre y la cobardía de un hombre solo. Te vi secando las lágrimas de nuestra hermana y levantarte cada mañana antes de que el sol saliera para recoger la leña que hiciera arder una casa de vientres helados. Te oí rezar cada noche para espiar tus errores Mujer. Escuché tus repuestas siempre, llenas de sonrisas, corazón, lágrimas y trabajo”



"¡Gracias! – le digo cuando ya es un punto lejano

¡Caigo!… Despierto.

No estoy muerta.

Ha sido un sueño.

¡Sonrío!

¡Cuánto he aprendido, de cuántas cargas me estoy liberando!

A cuantos innecesarios dejo atrás con un Adiós sincero.

¡Suspiro!

Querida Valeria, tenías razón… 
¡Qué felicidad estar lejos del egoísmo!

Amada mía, preciosa mía…

Es más grande esta sensación de comprensión

de enlace de tu alma y la mía

que actuarte

Sin ninguna duda Maestro Chéjov, hoy habito la esencia de su Jardín
me paseo errante y dignifico mi ausencia en su "Huerto de guindos"
hoy y siempre...

¡GRACIAS VALERIA!