A esperado tres, quizá cuatro minutos

A esperado tres, quizá cuatro minutos y se ha saltado el castigo. 
Ha salido corriendo tras ella con los pies descalzos. 
Le arden las plantas. Es verano, la tierra quema.
No le importa, corre. Corre y grita - ¡Mamá, mamá!

Después de trescientos metros la ve a lo lejos, sabe que es ella por la pegatina de los Angeles Lakers que le regalo su tío y que el pego cuidadosamente en el cubo azul de plástico que lleva sobre su cabeza.
Le escuecen los pies. Ahora le castigaran doblemente por no haberse puesto las chanclas que le trajo la señora de la org.
Casi puede tocar la falda de su madre cuando ella se gira, chocan y él cae al suelo.
- ¡Qué te he dicho!
Y él enfadado, con la respiración entrecortada la grita:
- ¡Cuando sea mayor te compraré un río!

Y qué si te recuerdo para nada

Y qué si te recuerdo para nada.
Tengo la mente vacía y una foto que conecta con una neurona vieja.
No te siento, pero no puedo negar que formas parte de mi existencia.
Los sentimientos mueren.

Sublime el ardor de la generación de lágrimas

Sublime el ardor de la generación de lágrimas.
Rebosantes las bolsitas inferiores de los ojos, 
desbordamiento ocular
agua para dos pómulos baldíos,
riego para los surcos de la sonrisa pérdida,
humedad para los labios agrietados,
calmante para la sed de una lengua 
paralizada por una emoción efímera.

¡Darse cuenta!

¡Darse cuenta!... 
Consiste en darse cuenta

Comerse el pasado
paladear el futuro
cocerlo
con una pizca de sal
con una hoja de laurel del cabello de Dafne
y esperar...