Buscándome

Nunca sé dónde me pierdo. 
Mejor, cuándo me he perdido. 
En el tiempo, quiero decir. 
Echo la vista hacia atrás y no encuentro ningún momento en el que mis decisiones no fueran deliberadas.
¡Me pone de los nervios perderme sin aviso!
Perderme sin darme cuenta, ¡hace instantes supe a dónde iba!
Es de locos cuando me pierdo. 
Porque el paisaje se hace irreconocible de forma instantánea.
Porque dónde me encuentro en este "ahora" no me lleva a dónde sé que iba.
Porque lo que construía se queda a medias y huérfano de mis ilusiones.
Porque dejo de ser lo que estaba siendo, para ser lo que aún no me ha dado tiempo de pensar que seré.
Y ¿cómo voy entonces a encontrarme, si de partida no sé dónde estoy? 
Es, como si me cambiarán de historia de golpe.
¿Quiénes son? ¿Cuántos?
Busco con la boca abierta, los ojos como lunas llenas, brillantes, expectantes.
Busco a mí alrededor, girando sobre mí misma.
Busco al último compañero de camino, le llamo, le imploro que me reconozca.
Pero no es él quien no me recuerda, soy yo quien ya no le veo.
Y sé, que está allí, presente. A una línea de mis pies. 
Me susurra que nada ha cambiado. Pero ya no le oigo.
Y tengo miedo. 
Miedo de los "no sé por qué". 
Miedo de lo que no acaba nunca.
De pensarme y trasladarme de golpe a otra realidad sin preámbulos, sin prólogos, sin premeditación. Sin escrúpulos.
Y ¿por qué tendemos siempre a tener un fin? Le digo mirándole a los ojos.
Me sonríe fiel, como un espejo al otro lado de la línea. 
Insisto, ¿Por qué tenemos que vivir siempre agotándolo todo?
.....
.....
¿Vas a volver?, me pregunta.
¿Si me dejan?, le contesto.
Y creo que escucho al silencio decirme: 
Déjate volver y continuar. Eres libre. Recuérdalo.
.......
.......
.......
.......
.......
Entonces me doy cuenta de que Soy Yo quien cambió de golpe mi historia.
Yo, la que me dejé vencer, la que se perdió a conciencia y regresó de golpe a Nunca Jamás.