El dolor del cuerpo es el dolor del Mundo

¿Cómo evadirse de los pensamientos de la infancia, cuándo las emociones más oscuras salían de la boca de los adultos que te cuidaban?

¿Cómo extirpar del cuerpo el miedo a las experiencias brutales que los otros vivían cuando para ti todo era verdad verdadera?

¿Cómo vencer el dolor de una madre, de un padre que no sospechan que tus oídos lo escuchan todo?

¿Somos libres?
El miedo acecha en cada esquina del alma.
El miedo que como el polvo vuelve cada mañana a posarse en mi mesilla.
No quiero morir todavía.
No quería morir cuando llevaba tan poco tiempo viva.
No voy a morir hasta que mi alma encuentre la paz en la Tierra.

¿Porqué me diste aquel zarpazo?
¿Porqué viniste a probar otra vez mis fuerzas?
¿Porqué me dices que soy yo la que creadora de ésta realidad?

Yo no creé éste ahora.
Yo no lo pensé, ni lo soñé, ni lo anhele.
Yo no quise venir a esta tierra con un plan tan macabro.
Yo no quise nacer ni me he estado entrenando para vivir esta hipocondría,
este no vivir plenamente,
este dejar de ver las estrellas con la sorpresa inocente que recuerdo sentía hasta hace poco más de dos años.
No vine aquí para probar mi aguante, mi fortaleza, mi paciencia, mi debilidad, mi grandeza, mi poder de superación.
Vine a disfrutar de la belleza que se muestra en cada pestañeo, a disfrutar del mar, de la hierba, de una sandía, de tus caricias, de tus sonrisas, de tus lágrimas, vine a acompañar tu dolor, no a crearlo.

¡Sólo quiero vivir en paz!
Rescatar los bellos recuerdos de antes de que me pudieran los miedos del mundo, esos que a través del señor que manda en tu infierno, dejaste atados a mis pies, a mis manos, a mi corazón.

¡Me libero de la esclavitud de tus miedos!
Ya no soy la esclava del malentendido amor.
Ya no soy más la sierva de corazones rotos.
He aparcado el orgullo de ser la mujer buena que pierde la vida por no ser mala.
Bien-criada para poder ser todo excepto yo, hoy reivindico mi esencia.

Y tú, que dices que sabes, que te escucho, que te estudio, ¿vienes a decirme que son mis pensamientos los que crearon mi realidad...?
¿Que soy yo la que ha querido que me traicionen, me dañen el corazón, me insulten, me desprecien, me abandonen...?
¡Cómo puedes decirme eso!
Yo no he creado la maldad, el dolor, el sufrimiento del mundo.
Yo no lo quise, ni hoy ni nunca. Yo no lo quiero.
Que lo acepte no es más que un remedio para aplacar el dolor que siento ante la pequeñez de mi inteligencia, ante la realidad inapelable.
Las enseñanzas de los hombre sabios, sirven para paliar el sufrimiento en los momentos de angustia, pero el sufrimiento sigue ahí.
El dolor del Mundo no piensa extinguirse.
El dolor del cuerpo es el dolor del Mundo.