A un músico loco al piano

          Diseñe la estrategia y fui fundiéndome, poquito a poquito, en el placer de la conquista de tus manos sobre el blanco y negro de tu amante, el piano.
Deje de soñar con tu cuerpo, para asegurarme la eternidad de los orgasmos que me regalan tus orgías con la guitarra. Y es que, no sé cómo besar a la música si no es abriendo todos los poros de mi piel para recibirla. 



             La equivoque, porque ahora eres un Fa sostenido que mis oídos adoran, fuera de la tierra, más allá del roce de unos labios o el fundirse de dos cuerpos. Y cuando te vas, cuando dejas de tocar las cuerdas de mi alma mirándome de vez en cuando a los ojos, cuando dejo de sentir la vibración real de tu cuerpo frente al mío, grita una loba de desesperación a la luna buscando el camino de regreso a una guarida silenciosa donde poder gemir sin vender su espíritu.
Loca, aúlla, pide auxilio a la noche obscura, recordando al caballo negro y salvaje que una vez, en el sin tiempo, la dejó preñada de primaveras, otoños, mares, desiertos... y Música.
Me transforme en yegua blanca y busque el camino para atraerle de nuevo. El del amor, el único que conozco, pero, el instinto animal, que no se disfraza, me llevo “por el sendero más corto” y me encontré con el lobo, la amistad.
Divina, maravillosa, cómplice... reina del amor sin cuerpo...


Descubrí los campos de rosas infinitos que bordan tus notas, tus versos serenos, tus sonrisas cargadas de incógnitas, tus risas verdes, tus lamentos grises, tus verdades secretas, tus maduros balbuceos, el olor a limón de tu infancia, el sabor agridulce de tu juventud, la oración del corazón a la Dama de tus sueños, el infinito mar de tus silencios.
Y me enamore, no sé sin querer o queriendo...
El lobo celoso que no me deja sentirte dentro, rozar tu orgullo, beber tu sangre, morderte los labios, gemirte al oído, abrazar, volar, volverme loca en tu locura, morirme y nacer contigo en un universo que sospecho, pero que aún no he conquistado. Ese cruel devorador de mis sueños.


Me perdí por amor sabiéndolo... ¡qué irónico!... me mentí, porque de todo lo que me das, lo que más añoro son tus labios en mi cuello, tu respirar buscando un beso, la sangre despertando tu sexo. El energético campo que crearon tus manos en mi espalda, el frío helado que se instaló en mis ovarios despertándome el deseo. Y si, ahora por fin lo sé, lo que sentí que me asusto fue esa energía que absorbí y que me dijo al oído, es él...
Equivoque la estrategia, soy una loba y mi yegua dócil, es un cuento, te amo por lo que haces, lo que creas, pero necesito verte morir, dentro muy dentro... 

Madrid, Junio 2003